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Aproximacion al Carácter de Van Gogh
(I) La Afectividad Familiar y la Amistad


El carácter de Vincent van Gogh presenta rasgos tan ricos, tan variados y tan contradictorios, que serían necesarios varios libros para poder ser estudiados. En este artículo solo se hace una aproximación somera a algunos de estos rasgos con objeto de dar una primera impresión al lector que se inicia en esa apasionante aventura de conocer la vida y obra del artista.

El perfil del carácter de Van Gogh se dibuja y define en el periodo que va desde su estancia en Londres (Junio de 1873) hasta la de Borinage (Octubre de 1880). Posteriormente el tiempo acentuará estos rasgos iniciales.

Su estancia en Londres como vendedor de cuadros, en Ramsgate como profesor de idiomas, en Isleworth como ayudante de pastor, en Dordrech como empleado de una librería, en Amsterdam como estudiante, y finalmente, en Borinage, primero como predicador y luego como pintor, contribuyen a formar su personalidad, haciendo de él un hombre solitario, sin amigos, voluntarioso, lleno de frustración, de carácter melancólico y agresivo, cuya relación familiar se torna conflictiva. Descuida su aspecto físico y se acrecienta su interés por la profesión de pintor.

El hombre es un animal social. Esto significa, entre otras cosas, que tiene que aceptar y ser aceptado por la sociedad con la que se relaciona, y dar y recibir afectividad de aquellos con los que está más vinculado. La falta de aceptación y de afectividad conduce a una menor autoestima y a su autoaislamiento. La persona que se siente marginada afectivamente no confiesa su problema, siente vergüenza de ello, y disimula su situación, hacia los demás, mostrando una postura de indiferencia e independencia, y hacia sí mismo, con el desarrollo de otras potencialidades. Tras el ansia de poder desmedido, o de riqueza ilimitada, puede probablemente esconderse alguien con problemas de afectividad. Y tras un predicador que se entrega hasta el fin a los demás. Y tras un pintor que entrega su vida y su salud mental a su obra.

"Como todo el mundo - escribiría a Theo- tengo necesidad de tener relaciones y amistades, necesidad de afecto, de intercambio amistoso, no estoy hecho de hierro o piedra, por eso no puedo perder estas cosas sin sentir, como cualquier otra persona inteligente y honesta, un vacío y una profunda necesidad".

Vincent van Gogh sufría un problema de falta de afecto cuyo origen pudiera encontrarse, según algunos sicólogos, en el sentimiento desde su infancia de no sentirse suficientemente querido por su familia, y en especial por su padre, cuyo cariño trata de ganar y cuya sombra planea constantemente sobre él. A la temprana edad de once años, se sintió desarraigado de su hogar para ser internado en un colegio donde sus resultados escolares, y sus relaciones con los compañeros, no fueron satisfactorios. La separación le causó graves perturbaciones, que quedaron larvadas en aquél momento, pero que se manifestarían años más tarde.

Vincent necesita desesperadamente el afecto de su familia. Con motivo de una visita al hogar familiar en Navidad, escribe a Theo. "Quiera Dios darnos un feliz reencuentro. Deseo tanto ver a mamá, y ver y charlar con Padre... Qué poco vemos a nuestros padres, y aún así es tan grande el sentimiento familiar y el afecto de unos con otros, que el corazón se alza a Dios y ruega: No me alejes de ellos, Señor, no me tengas demasiado lejos"

En al carta 82 describiría a Theo (Doce años después de los hechos) el día en que fue llevado al internado. Desde la puerta de la escuela siguió con la mirada el coche que llevaba a sus padres de regreso al hogar. Era un día de Otoño: "Se veía a lo lejos el pequeño carruaje amarillo correr entre los prados por el largo camino mojado por la lluvia y bordeados de árboles enjutos".

Mas tarde, en Borinage, vuelve a revivir ese sentimiento cuando su padre se marcha después de una visita: "Padre ha estado aquí. El más agradable recuerdo de su visita fue una mañana que pasamos juntos en mi pequeña habitación, corrigiendo algún trabajo y charlando sobre diversos temas. Te puedes imaginar lo rápido que pasaron los días. Cuando se marchó, permanecí en la estación hasta que el tren desapareció, y hasta que el humo dejó de verse. Volví a mi habitación y, cuando vi la silla de Padre todavía junto a la mesa donde aún estaban los libros y papeles extendidos, lloré como un niño a pesar de saber que pronto volvería a verle otra vez". Tendría Vincent entonces unos veintiséis años.

Anteriormente, en Dordrecht, cuando tras varias experiencias profesionales fallidas pensaba dedicarse a la predicación de la palabra de Dios, escribió: "Theo, si pudiera tener éxito en esto, si pudiera quitarme de encima esa profunda depresión causada por el fracaso de todo cuanto inicio y ese torrente de reproches que he oído y sentido, si me fuesen dadas la oportunidad y fuerzas necesarias para perseverar y culminar en esa vocación por la que mi padre y yo daríamos gracias a Dios fervientemente..."

Se advierte en estos párrafos el afecto por su padre, al que deseaba lograr agradarle: "Espero que Padre estará satisfecho con lo que estoy haciendo." Se refiere Vincent al enorme e inútil esfuerzo que realizó para intentar aprender Latín y Griego con objeto de ingresar en la Universidad de Amsterdam y seguir estudios teológicos. Más tarde, refiriéndose a esta época, diría: "Fue el peor tiempo que he pasado en mi vida."

Un primer fracaso amoroso a los veintiún años, un amor probablemente idealizado por ser el primero y estimulado por la misma oposición de la joven, hace que se rompa algo dentro de él, y aquél empleado modélico de la galería Goupil, cambia su carácter, se despreocupa de su trabajo, y acaba siendo expulsado.

El trauma afectivo de sus años escolares estalla de pronto al contacto sinérgico de su frustración amorosa y la repetición del desarraigo familiar que supone su traslado a Londres. Parece como si en el corazón de Vincent se secaran las fuentes del afecto y se cerrara a todo cariño exterior, no como una postura hostil hacia los demás, sino como autodefensa para no volver a ser herido. Al mismo tiempo intensifica las lecturas de temas religiosos.

Este aislamiento se vería estimulado, o al menos favorecido, por un continuo cambio de residencia, de unas ciudades a otras, con lo que no podía echar raíces en ningún sitio. En los últimos diecisiete años de vida cambiaría, al menos, dieciséis veces de localidad.

Tras intentar infructuosamente diversa ocupaciones, decide dedicarse a la predicación de la palabra de Dios. Se traslada a la región minera belga de Le Borinage donde ejerce su apostolado con total y absoluta entrega, hasta el punto de privarse de sus propios alimentos y de sus propios vestidos para dárselos a los más necesitados. Llega incluso a renunciar a vivir en una modesta habitación compartida en casa de un panadero para irse a habitar una cabaña abandonada, donde dormía en el suelo, porque también su cama la había donado a quien consideraba que la necesitaba más.

¿Responde este comportamiento a una verdadera vocación religiosa? Su generosa y meritoria entrega mas bien parece obedecer, en el fondo de su subconsciente, a un intento de valorizar su autoestima y obtener el reconocimiento de su familia, especialmente de su padre, y de la sociedad. Es un grito desgarrado y silencioso de petición de ayuda, de petición de afecto. Cuando su propia familia, que no comprende su situación, critica su actitud extremista, cuando la propia comunidad evangélica a la que representaba le retira su apoyo, cuando la misma sociedad a la que sirve le acusa de actitud antisocial, la vocación de Van Gogh desaparece.

A los veintisiete años no cuenta aún con un medio de vida definido. Su situación física, económica y moral es muy deficiente. Ha perdido la fe, no tiene trabajo, ni amigos, ni proyectos. Las críticas familiares le hieren en lo más profundo renovando viejas heridas. "Padre no es un hombre por el que yo pueda sentir, por ejemplo lo que siento por ti o por Mauve. El no puede simpatizar conmigo ni me comprende, y yo no puedo aceptar su sistema que me oprime y me sofoca" . . . "En cuanto a la relación entre Padre y yo, no se arreglará tan fácilmente. Nuestros puntos de vista y nuestras opiniones se diferencian demasiado".

La soledad y el sufrimiento se hacen insoportables. El se ve a sí mismo que está evolucionando sin saber bien hacia qué ni hacia dónde, y se compara con los pájaros cuando cambian el plumaje. Por ello considera que debe estar solo, porque esa renovación, al igual que en las aves, no es agradable para los demás: "Pienso que lo mejor y lo más razonable es que yo me vaya y me mantenga a distancia, así dejaré de existir para vosotros."

No obstante se producen dentro de él sentimientos encontrados de aceptación y rechazo de la familia, porque si bien le duele su incomprensión, tampoco puede renunciar a los únicos lazos afectivos que tiene: "Ahora, aunque es muy difícil y casi imposible recuperar la confianza de toda una familia que no está libre de prejuicios, y de otras cualidades tan honorables y tan de moda, no desespero de que poco a poco, despacio pero seguro, pueda renovarse un cordial entendimiento."

En esta situación de desconexión familiar, la presencia distante de Theo le es indispensable: "Le hace bien a uno sentir que todavía tiene un hermano, cuando se tienen tantas cosas por hacer y se devana los sesos con preguntas como ¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo? ¿Adónde voy? ; entonces una voz bien conocida como la tuya, o más bien una carta con tu letra, le hace a uno sentir de nuevo el suelo firme bajo los pies." Por ello siente temor de su lejanía: "Cuán a menudo hemos deseado estar juntos y cuán terrible es el sentimiento de estar lejos en tiempos de enfermedad o inquietud, y entonces la falta del dinero necesario puede ser un obstáculo para estar juntos en momentos de necesidad."

La misma sensibilidad de artista que le hace captar la belleza de la naturaleza que le rodea, hace también que sienta con mayor intensidad lo que él entiende como rechazo y falta de afecto de su padre, quien, ante su continuo abandono de los diferentes puestos de trabajo, le acusa de perezoso e inconstante. Desarrolla Vincent respecto a él una compleja relación de amor-odio, con unas exigencias de aceptación, manifestadas de forma agresiva, que dan lugar a la expulsión del hogar familiar.

Trata de suplir el amor paterno, que no encuentra, con el afecto de Theo, quien al ser más joven le comprende mejor que su padre, lo acepta tal como es, le sostiene económicamente y le aconseja. Ahora bien, no hay que olvidar que la relación con su hermano se hace casi exclusivamente por correspondencia y que quizá por ello, se mantuviese durante toda su vida. Vincent tenía un carácter muy difícil para convivir con él, y el mismo Theo, durante la estancia de Vincent en su casa en París, llegó a escribir a su hermana Wil: "Mi vida de hogar es casi insoportable. Ya nadie quiere venir a verme pues cualquier visita termina siempre con una pelea... Quisiera que se fuese a vivir a otra parte... Yo sólo le pido una cosa, que no me perjudique; sin embargo lo hace al quedarse en casa pues la situación es casi insoportable... Es como si hubiese en él dos personas: una de ellas tierna y refinada, y la otra egoísta y sin corazón... Es una pena que sea él su propio enemigo pues hace difícil la vida no sólo a los demás sino a sí mismo..."

Wil aconseja a Theo que le abandone a su suerte, pero éste no acepta esa idea.

Andres Bonger, hermano de Jo, la esposa de Theo, llegó a decir: "...Su hermano (Vincent) le hace la vida imposible (A Theo) y le acusa de toda clase de cosas sin ningún motivo... lleva una extraña vida este hermano... no tiene la más leve noción de las relaciones sociales. Se pelea siempre con todos. Es muy difícil para Theo convivir con él."

Los roces de Vincent con su hermano surgen incluso por carta, como cuando le critica que no pone demasiado interés en vender sus cuadros, o cuando asoma una cierta envidia cuando compara su propia vida con la de su hermano: "...estoy muy contento de que mientras aquí (en el sanatorio de Saint Rémy) a veces hay algunas cucarachas en el comedor, en tu casa hay mujer y niño"; o cuando escribe: "El dinero nos atormenta a ti y a mí, a mí por mi pobreza durante tanto tiempo, y a ti, por tus elevados ingresos. Ambas cosas tienen en común la tentación de doblegarse ante el dinero. El demonio del dinero puede hacerte pensar que no es un crimen ganar mucho dinero, y a mí hacerme pensar que hay mérito en mi pobreza".

Con los amigos mantiene también, a veces, una larga correspondencia, como con Van Rappard, Emil Bernard o Gauguin, pero las relaciones personales, debido a su susceptibilidad, que no le permite soportar una crítica, son difíciles de establecer con él.

Vincent terminaría peleado con su pariente Mauve, que le estuvo enseñando a pintar, con Tersteeg el marchante, con Gauguin, de quien no pudo resistir sus críticas, o con el padre de Bernard.

Durante su estancia en París pensó que allí encontraría una comunidad de pintores donde existiría afecto y respeto mutuo, donde se ayudarían unos a otros, donde intercambiarían ideas artísticas enriqueciéndose culturalmente todos, pero cuando advierte el egoísmo, las envidias y las hipocresías existentes, renuncia a ellos y sueña con crear un lugar, lo que luego sería la "Casa amarilla", donde se dieran todas esas circunstancias que en París no se daban. Él, incapaz de convivir con nadie, cree que puede crear un paraíso artístico de convivencia. Y con el primer huésped, el primer invitado que encabezaría el grupo, Gauguin, surge la tensión y el drama que demostraría lo ilusorio de su idea.

En resumen, Vincent van Gogh padecía interiormente una gran falta de afecto, que le hacía muy susceptible a toda crítica, y agriaba su carácter, haciendo muy difícil la convivencia con él. Sus relaciones con su familia no eran cordiales, manteniendo únicamente un hilo constante de afecto con su hermano Theo, de quien dependía todo su apoyo económico y moral. Igualmente las relaciones con los amigos eran cordiales en el ámbito de la correspondencia, pero fracasaban estrepitosamente en cuanto se establecían relaciones personales. Huye de los fuertes, de la autoridad, de los academicistas, de todos aquellos que pueden censurarle y dañar su personalidad.

Sin embargo, las relaciones exclusivamente epistolares no son suficientes para dar satisfacción a ningún ser humano, por ello Vincent mantenía relaciones amistosas personales con aquellos grupos sociales entre las cuales no necesitaba estar a la defensiva porque de ellos no podía recibir críticas, y su amor propio no podía ser herido. Así a lo largo de su vida mantiene amistades con gentes humildes, como los campesinos, tejedores, mineros, la familia del cartero Roulin, el matrimonio Ginoux, dueños de un bar de Arlés, o con gentes inofensivas como los niños, los enfermos o los locos.

José Navarro

Utrera (Sevilla) España, Marzo de 1998


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